jueves, 28 de marzo de 2013

Cuenta una canción #3: Soñé


El sol apenas empezaba a asomarse cuando tu roce me despertó.

Soñé con tus labios y su codicia, siempre buscando besar más que mi piel. Soñé que lo lograban, que mi alma en tus labios se perdía y bailaba a tu ritmo cada vez que me besabas.


Soñé con un mundo perfecto, en el que estábamos tú y yo, creando diariamente un futuro para los dos, libres de ataduras. Teníamos problemas y los solucionábamos al hablar. A veces tu me odiabas y yo tuve que besarte hasta hacerte recordar cada pequeño motivo por el que me amabas.


Soñé que bailabas a tu propio ritmo, como siempre. Que nuestro fuego quemaba eternamente y en tu pecho descansaba. Soñé que te besaba y tu nunca decías no, que la vida de alguna forma nos había favorecido, y ahora nos ofrecía un futuro que, compartido, se veía prometedor.


Soñé que estábamos juntos al fin, unidos compartiendo la comida, las palomitas en el cine, las visitas familiares. Soñé que recorría todos tus lunares, memorizándome tu mapa.


Soñé que eras mi aire, y que me respirabas; que en un rincón del cielo nuestro amor se escondía, jugaba durante el día y se acurrucaba en la noche mientras las estrellas desfilaban al ritmo de nuestras voces.


Soñé contigo y tu mirada, con lo cálida que era y en cómo, donde fuera, me hipnotizaba.


Soñé que nos acostábamos, juntos como siempre, unidos por esos hilos que sembramos bajo la piel, que, alimentados de amor, unieron estos dos continentes.


Tu roce me despertó, y mis labios besaste. Mi alma te extrañó y desee volver a soñarte.


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Inspirado en: Soñé de Zoé.

"Es gay, pero es super nice..." -sobre la lucha por la igualdad.

Hace un par de días (creo que en este caso es literal, dos días) noté que mi TL de twitter se llenaba de avatares rojos con un signo de igual ( = ) en el centro, y me pregunté "Que'jeso". Luego de preguntar y googlear, me enteré de que la gente está poniendo eso en sus profile pics de facebook y avatares de twitter para mostrar su apoyo a la igualdad en cuanto a derechos de matrimonios para las personas de orientación homosexual.

Yo apoyo esto, y en este post explicaré por qué lo apoyo, así que puse mi avatar en rojo también.

Inmediatamente surgieron en mi TL tweets radicales sobre por qué está bien que "los homosexuales" (y luego explicaré también por qué pongo esto en comillas) deben tener derecho a casarse también.

También salieron quienes estaban en contra, no del matrimonio entre personas homosexuales, sino de las personas que apoyan la causa de manera tan radical que se la pasan tuiteando vainas tipo "cómo no entiendes que los gays son geniales y merecen casarse también!".

Yo soy heterosexual, actualmente en una relación seria con una mujer maravillosa (eso es más o menos obvio por mi descripción que está ahí a la derecha ->), y con ella me senté a hablar de este tema y fue de allí de donde salieron mis ganas de escribir este post.

No me canso de decir que APOYO el "matrimonio gay", y ahora si les explicaré las comillas: me molesta, MUCHO, que incluso quienes están "defendiendo" a "los homosexuales", los están discriminando. Si, tú, que entraste a este post tripeando "uuy jesús escribe pritty seguro revienta a los mentecerradas que no apoyan!" (tirando papeles yo aquí jajaja), probablemente seas miembro de esta población de la que hablo.

Al decir cosas como "los homosexuales", "los gays son súper cool, los amo" "tengo un amigo gay, PERO es super nice! Así que apoyo el matrimonio gay", amigo, ESTÁS DISCRIMINANDO.

Veamos la definición de discriminar, según la RAE:
(Del lat. discrimināre).

1. tr. Seleccionar excluyendo.
2. tr. Dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, etc.

Rescatemos la primera: seleccionar excluyendo. SELECCIONAR. Al decir "los homosexuales" o "los gays", estamos seleccionando a esa población, separándolos de las demás personas y encacillándolas en una categoría aparentemente distinta a la del resto del mundo: homosexuales. Eso no es así. No procede. No.

Ahora leamos la definición de homosexualidad, según la RAE:
1. f. Inclinación hacia la relación erótica con individuos del mismo sexo.
2. f. Práctica de dicha relación.

No sé ustedes, pero yo por ningún lado veo que diga "especie diferente al ser humano, que se relaciona con su mismo sexo".

He visto por varios años a muchas personas defender los derechos de las personas con orientación homosexual, y sus argumentos son infinitos, muchos de ellos muy válidos, pero otros no lo son tanto, y lastimosamente son los más populares:

"LOS GAYS son geniales!"
 "Si Dios odia a LOS GAYS, entonces por qué los hizo tan lindos?"

Muy divertidos son, algunos de ellos, pero se pierde el punto: no se trata de que "los gays" tengan el mismo derecho que "los demás", es que no hay "los demás", TODOS SOMOS PERSONAS. Todos somos seres humanos. Todos nacimos con 23 pares de cromosomas y nuestro código genético dice que somos homo sapiens-sapiens.

Y pues como todos somos humanos, todos nacimos de una madre, todos lloramos al nacer, todos tenemos sangre corriendo por nuestras venas, TODOS tenemos los mismos derechos, y esto no me lo pueden refutar, porque bien claro establece el artículo 2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que:
Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.

Ahora que he establecido mi marco de referencia, expongo claramente mi punto: "los gays" NO merecen casarse porque "son gays y son cools y que cutes se ven juntos", merecen casarse por la misma razón por la que yo merezco casarme: porque son seres humanos. Igual que tu. Igual que yo.

Comen, cagan, sangran, lloran viendo Titanic, no entendieron Kafka la primera vez que lo leyeron al IGUAL QUE TU Y YO.

No estamos luchando porque "los gays" puedan casarse. Estamos luchando porque todo ser humano adulto pueda estar unido legalmente a la persona que ama por el resto de su vida, teniendo así todos los derechos y privilegios que dicha unión supone.

Imagínense que aman a alguien, pero no pueden casarse con esa persona. Igual se aman, así que viven juntos el resto de sus vidas. Al morir tu amado/a, su familia quiere enterrarlo, pero tu bien sabías que quería ser cremado y que esparcieran sus cenizas en la bahía. No tienes voz ni voto fren, no puedes hacer nada, porque aunque amaste a esa persona toda tu vida, legalmente NO VALIÓ NADA -Si, legalmente tu amor no vale nada. A los ojos de la sociedad y a fines prácticos, no fuiste nada. Viviste toa tu vida con esa persona porque te dio la gana, y cuando murió, tu opinión sobre cómo manejar las obras fúnebres -aunque tú digas que conociste a esa persona mejor que cualquiera- no vale nada.

Vale bestia, ah?

"Eso ni pasa aw."

Ofi, a TI (si tu orientación es heterosexual) no te pasa. TÚ puedes casarte. Las personas con orientación homosexual no, y ESO vale bestia.

Esta lucha es la misma de siempre. El ser humano parece tener una tendencia innata a diferenciarse de los demás miembros de su especie. Hace 40 años lucharon de esta misma forma por los derechos de "los negros" , y aunque ya esa batalla se ganó y estamos poco a poco saliendo del racismo, aún hoy en día escuchamos a gente decir "es negro, pero es bueno, no anda en nada malo". Qué rayos tiene que ver una cosa con la otra? "es negro, pero" ¿PERO QUÉ?

El "pero" es lo que hay que eliminar.

El "pero" inmediatamente le da un valor negativo a lo que dijiste anteriormente. Decir que "es gay, pero es nice" es decir que normalmente los gays no son "nice", no son "normales", no son personas.

Y no quiero decir que todos "los gays" son "nice" tampoco. "Los gays" no son cool, no son los manes con el mejor fashion style, no son los más artísticos seres humanos sobre el planeta. Son simples seres humanos, y este punto no lo puedo haber dicho mejor Male, mi novia, a quien cito:
Chuso, hablan de los homosexuales como si fueran dioses y no lo son! Son gente normal. Unos caen bien, otros caen mal. Al igual que todo el mundo, no entiendo cual es la vaina y el amor por los gays. Son gente igual que nosotros. 
A esto yo respondí:
Ofi. Pero cabrea que haya gente que los odie y no los deje vivir. A mi me caen mal ciertas personas que siento no aportan nada a este mundo, pero no ando por ahí luchando porque les quiten sus derechos a mantenerse vivos. Los dejo ser, porque a fin de cuentas son personas y tienen su derecho a hacer lo que quieran, igual que yo. 
No nos vayamos a los extremos. No hay que odiar a las personas de orientación homosexual, ni amarlos. Hay que amar a las personas porque las queremos como personas una vez las hemos conocido. No tengo que "amar" a tooodas las personas de orientación homosexual para luchar por sus derechos. Lucho por sus derechos porque los tienen y no están siendo cumplidos. Punto.

No estoy de acuerdo con lo que dices pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo. - Voltaire 
Apliquemos las sabias palabras de Voltaire a todo en nuestra vida. No tenemos que amarlos a todos. Sólo tenemos que saber que, sea que odiemos o amemos a alguien, ese alguien igual tiene los mismos derechos que yo, y como ser humano justo que soy, es mi deber el no interferir en el proceso de que dichos derechos se cumplan para todos por igual.

Antes de ya guillarme escribiendo más, mejor termino el post con una conclusión, que es a lo que quiero llegar:

Está bien luchar por la igualdad, pero no luchemos con los argumentos erróneos. No luchemos por los gays porque son gays, ni por los negros porque son negros; luchemos por las personas porque son personas. Porque los mismos derechos que tengo yo como hombre mestizo heterosexual, los tenga también una mujer mongoloide homosexual. Porque todos somos personas. Todos nacimos de esta tierra y volveremos a ella al morir. Nadie merece un trato especial. Todos merecemos el mismo trato justo y las mismas oportunidades.


La próxima vez que vayas a intentar convencer a alguien de que esté a favor del matrimonio gay, no empieces con "man los gays merecen casarse", empieza con "man, toda persona que ame a otra debe tener el derecho de legalizar su unión", y recuerda que cada quien tiene derecho a su opinión. No te molestes si la de otros es diferente a la tuya, expón tu punto de vista, argumenta con buenas bases, y sigue tu vida feliz.

Y a quienes están en contra de la igualdad: Vivamos y dejemos vivir. Nada ganamos luchando para que otros no tengan los mismos derechos que nosotros. A fin de cuentas, que una pareja de hombres o de mujeres se case te afecta tanto como que tu vecino se esté echando un peo en este momento. En nada. Y tiene el derecho a hacerlo, porque tú también lo tienes.

"Carajo."

domingo, 24 de marzo de 2013

Cuenta una canción #2: El picnic

"Traje emparedados de tuna, sé cuanto te gustan. Si, sé que se hace un poco tarde, sólo tenemos una hora, lo sé. Tranquila. El tiempo no importa cuando estamos juntos."

Eran las 12 y cuarto, y ella, como siempre, me apuraba. Nunca le he hecho caso, aunque siempre tenga la razón. Me encanta verla enojarse, sus mejillas ganan un tono rojizo, y me es casi imposible resistir las ganas de besarla, desnudarla, ver en qué partes se sonroja con el roce de mis dedos, recitarle un "Te amo" al oído y sentir nuestros cuerpos chocar a la velocidad de la luz y despacio a la vez.

Pero ella no me dejaría. No. Siempre prefirió tentar hasta el extremo de volverse insoportable, para luego ofrecer una excusa y volverse a dormir.

"Si, mi amor, de dieta. Sé que no puedes tomar del regular. No, tranquila, aún tenemos tiempo."

Ya daban un cuarto para la una, hormigas empezaban a hacer fila entre el verde pasto a nuestro alrededor. Excelente trabajo hacían para mantenerlo tan limpio, verde y a nivel. No estaba tan alto como para que sus hojas molestaran al caminar, ni tan bajo como para que estuvieran puntiagudas y picaran al sentarse. El lugar era perfecto para un picnic, habían muchas flores para mi gusto, pero ella las amaba. A nadie se le ocurría venir a hacer un picnic acá. Sólo ella podría haber elegido un lugar tan perfecto como este.

"Está bien, mi amor. No tienes que comerlo si no te apetece. Sólo quería pasar un momento contigo. No, si...lo sé, tranquila, el jefe seguro está en una junta y llega tarde, tengo tiempo."

Siempre me habían dicho que las mujeres eran difíciles, pero nunca pensé que tanto.

Tampoco pensé que alguna fuera capaz de hacerme tan feliz.

Su sonrisa hace que todo valga la pena. Las peleas, los regaños a toda hora, el estar constantemente apurada, el no poder desayunar cereal con leche frente a ella porque le da asco. Todo esto se borra con una sonrisa. Ella sabe el poder que tiene sobre mi.

"No, no he hablado con mi madre. No, no me está metiendo ninguna idea, bebé, tranquila...te amo y siempre lo haré, no tienes de qué preocuparte, no importa cuántas cosas me digan de ti-No...nono, nadie me ha dicho nada, sólo decía, en caso de que alguien dijera algo malo de...- No, no quise decir eso, nadie tendría nada malo que decir de ti, nunca. Eres perfecta mi amor...-Si, si, sé que nadie es perfecto. Pero tu eres perfecta para mi -No mi amor, claro que no sólo para mi, eres perfecta para todos -Si, tienes razón, nadie es perfecto, pero..."

Esto podría seguir por horas.

Nadie nunca me dijo que las mujeres eran tan difíciles. Siempre pensé "todo sería más fácil si tú no existieras...mi relación con mi madre, mi asistencia al trabajo, podría tener más amigos, desayunar en el comedor...todo esto, si tú no existieras." Pero me equivoqué.

"Adiós, preciosa. Ojalá mi oficina quedara junto al cementerio. No, tranquila, estoy a tiempo. Claro que mañana también vendré. Nah, no perderé mi trabajo.
Te amo. Siempre lo hice. Siempre lo haré."


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Esta historia está inspirada en la canción "Si tu no existieras" de Ricardo Arjona, y forma parte del segmento "Cuenta una canción" de este blog.

sábado, 23 de marzo de 2013

Cuenta una canción #1: Gasolina

Algunas personas piensan que la vida es tan compleja. Que es más compleja de lo que parece. Nadie nunca se va a lo simple, a lo mundano, y lo aprecia por lo que es: esencial. Como el fuego. Es increíble lo mucho que se puede crear al quemar un poco de gasolina.

Luis nunca me quiso. Yo siempre lo quise a él. El problema era claro, la solución, no tanto.

Ramón, el compañero de cuarto de Luis, estudiaba química, al igual que yo, y era el mejor de su clase, estábamos dando octanaje y él había comprado varios litros de gasolina, de diferentes octanajes, para estudiarlos por su cuenta. Overachiever dicen algunos, yo diría que tenía visión. Habría sido fácil enamorarme de él, pero la gasolina no quema al echarle más gasolina, sino al echarla al fuego. Ramón me caía bien hasta que le oí hablar mal de mi con Luis. Pero lo dejé pasar. Nunca he sido una persona muy compleja.

Laura, la novia de Luis, estudiaba para ser piloto. Luis aún guardaba las turbinas, lo único que sobrevivió del avión a escala que él le había regalado cuando empezaron su relación. Siempre peleaban, y en una de esas peleas, el pobre avión pagó con su vida el precio de algo en lo que él nunca estuvo involucrado. Irónico. Yo nunca me opuse a que guardara este memento a la histeria de Laura, nunca me opuse o estuve a favor de nada de lo que él hiciera. Yo sólo lo amé. Sencillamente. Sin complejidades.

Odio a estos guardias. Ninguno fuma.

Amaba cocinarle. Él siempre disfrutaba mi pasteles, aunque estuvieran un poco quemados. La gasolina le da un sabor especial a la comida, jamás podría cocinar en un horno convencional.

Tres palabras bastan para cambiar la vida de una persona por completo. "Terminé con Laura" fueron mis tres palabras, mi motivación; mi gasolina.

Al día siguiente dejé otro pastel en su puerta, como cada viernes. Amaba verlo regresar agotado de sus viernes con sus amigos, y la sonrisa que se dibujaba en su cara al ver el pastel; ya no comía cuando salía, sabía que yo en casa le esperaba su pastel de cada viernes. Nunca me opuse a sus viernes de hombre tampoco. Nunca me opuse ni estuve a favor de nada. Yo sólo seguía. Él era mi gasolina, yo en él sólo buscaba combustión.

A la mañana siguiente, el pastel seguía allí.

"No llegó" pensé. "Quizá se quedó dormido de nuevo en el bar" Era común, ya otras veces habíamos disfrutado un paseo sabatino del bar a su cama. Siempre ha tenido el sueño tan profundo, nunca lo recordaba al día siguiente. Yo lo dejaba pasar. Nunca he sido una persona compleja.

Salí a buscarlo. Era una mañana hermosa, como todas. El sol quemaba su camino desde el vacío del espacio hasta mi piel, sentir su calor me hizo sentir más viva, como si su calor convirtiera mi sangre en gasolina, gasolina que corría a la velocidad de la luz por mis venas, quemándose en mi pecho, generándome un grato ardor.

Pero pronto lo grato se volvió desagradable.

Allí estaba yo, bajando las escaleras, y allí venía él, subiéndolas. Con ella.

Nunca entendí por qué me encerraron aquí. A mi siempre me gustó la gasolina. Todos lo sabían. De chica nos tuvimos que mudar varias veces. Siempre eran casas de madera. A todos les gusta quemar.

Prendí la turbina primero, pero pronto la apagué. Preferí conservarla. Una especie de recuerdo, tenía su olor. Amaba su perfume, era barato, mucho alcohol...bastante inflamable.

Lo siento, Ramón. Quemé toda tu gasolina. No pude evitarlo, me encanta la gasolina.

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Esta historia fue inspirada en al canción "Gasolina" de Daddy Yankee, y es el primero de varias historias que planeo crear con canciones aleatorias que me dará gente o sacaré de por ahí. Es mi forma de crearme inspiración en todo momento. Espero les haya gustado y les gusten los próximos.


Prólogo

Este es el prólogo de una novela en la que empecé a trabajar hace unos 3 años. Empecé, pero nunca terminé. Quizá por falta de constancia, quizá porque el tiempo decidió que no era el momento, no sé. Lo que sí sé es que ahora estoy mucho mejor preparado para terminarla, así que capaz y pronto sigo escribiéndola.

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El sol se desvanecía en el ocaso, al igual que mis esperanzas de verla. Los cables eléctricos, ocultos tras las plumas negras de los talingos, la calle lúgubremente vacía y la rapidez con que la oscuridad se robaba el día, daban una atmósfera fúnebre, como avisando lo que estaba por ocurrir.

Ya eran un cuarto para las siete; estaba dos horas tarde. Una corriente de vergüenza corrió por mi cuerpo. Pensé: “¿y si no le parecí tan atractivo?” Pero dicho pensamiento pronto fue opacado por mi egocentrismo, el cual me ofreció una conclusión mucho más placentera: tal vez no vino porque mintió sobre su apariencia y al ver mi fotografía le dio vergüenza presentarse y ser una desilusión para mí. Ese parecía un escenario mucho más probable; después de todo, yo nunca he sido poco atractivo. Además, basándome en la forma en que me habla y halaga, he podido inferir que es una persona primordialmente superficial. 

No, definitivamente mi atractivo no pudo haber sido la razón de su ausencia. Pero entonces, ¿qué pasó? Mi mente empezó a idear toda clase de posibles situaciones que le impidieran presentarse. Quizá dejo de amarme. Tal vez nunca me amó.

Por más de media hora pensé en la posibilidad de que fuera alguna mujer solitaria y fea, cuyo aspecto físico la llevó a rezagarse de la sociedad y recurrir al internet como única forma de obtener y mantener algún tipo de contacto humano. No la culparía, el mundo actual parece estar fabricado únicamente para gente atractiva. A los feos no es que se les trate mal; no se les trata en lo absoluto, a menos que adornen su fealdad con una buena personalidad, dinero o fama. Pero esta no podía ser la razón, había visto sus fotos y no era para nada poco atractiva. Sin embargo, pensé, ¿qué tal si esas no eran sus fotos? puede haberme mentido todo el tiempo. Me sentí traicionado. Yo he sido honesto desde el principio, nunca le mentí, nunca le escondí nada…

Esto último me llevo al borde de la paranoia. Nunca le escondí nada y, sin embargo, Miranda podía no ser real. Probablemente mi inocencia en el mundo virtual me llevó a caer en manos de uno de los tantos hombres homosexuales y solitarios cuyo único pasatiempo es encontrar hombres en la web y engañarlos para satisfacer sus asquerosas fantasías. Quizás la fotografía que me tomé especialmente para ella, ahora estaba colgada en la pared de un sesentón, calvo y sin vida social, que pasa sus noches satisfaciendo su carne y eyaculando en mi retrato.

La idea fue creciendo en mi mente, alimentándose de pequeños detalles ocultos en nuestras conversaciones. Detalles del tipo al que uno no presta atención ni da mayor importancia hasta que son absolutamente vitales. Pequeñas cosas como su supuesto temor a mostrar sus partes, o que su perro mordiera su webcam justo el día antes de chatear por primera vez.

Ahora todo encajaba: había sido engañado. La rabia se apoderó de mí. Decidí olvidarlo todo, ir al bar más cercano y suicidarme con alcohol, para así despertar la mañana siguiente como un hombre nuevo, con nada más que la resaca de unos patéticos seis meses de embriagarme con amor falso. Me levanté y empecé a caminar, arrojé las rosas en un basurero, metí la mano en mi bolsillo derecho y saque mi cajeta de cigarrillos; prendí uno. Delicioso vicio. Asesino. Es la forma más cercana que tengo a saborear la muerte, poco a poco, con cada jale que le doy, siento como mis pulmones se llenan de fatalidad. “El suicidio de los débiles” pensé.

Entonces lo oí. Sentí el recorrido de las ondas sonoras, surcando el aire y volando hasta mi tímpano, haciendo resonar mi cavidad auditiva, como si la bala hubiese atravesado mi cabeza. Intenté voltearme en dirección a la fuente del sonido, pero no podía determinar su procedencia, fue demasiado fuerte. Sonaba como un disparo, estaba casi completamente seguro de que habían matado a alguien, pero por la forma en que la paz se mantuvo (de hecho me atrevería a decir que se intensificó), supuse que ése no había sido el caso.

Me quedé parado, como en shock. Los siguientes minutos fueron extraños: no sentí temor, ni curiosidad. Me dieron ganas de sentarme, de pronto no hacía falta suicidarme en alcohol, sólo quería quedarme allí, quieto, sin hacer nada…y eso hice.

Me senté en una banca, bajo un árbol. No tenía ganas de nada. Pronto mi mente empezó a divagar y a darle un sentido metafórico y espiritual al disparo. Quizá lo había imaginado, por eso nadie se conmocionó. Quizás el disparo fue el punto final a meses de mentiras y engaños, fue un llamado, un abrir de ojos. No hacía falta embriagarme, ya me había suicidado y había vuelto a la vida, ya podía vivir otra vez.

¿Otra vez? Ni siquiera podía decir eso. La verdad es que a mis cuarenta y seis años no había vivido nada. Nunca tuve grandes errores, nunca fui completamente feliz, ni completamente triste, nunca hice nada más que seguir la corriente, seguir la multitud; dejarme llevar. No he sido más que una roca en el río de la sociedad, me he dejado arrastrar, moldear y acomodar al gusto de otros. Nunca me detuve a pensar, nunca paré a ver el día; a verme a mí mismo. Nunca viví, sólo existía.

El disparo fue mi despertar –pensé- es hora de vivir.

La noche me cubrió con su oscuro brillo y yo, sin dudarlo, le entregué mis sueños.

viernes, 22 de marzo de 2013

El hombre solitario


Un hombre destruyó su mundo y cerró las puertas de sus continentes. Secó los mares y apagó el sol. Y siguió caminando solo, mudo.

Y entonces no hubo nada, y se dio cuenta de que era feliz pues, aunque todos se habían ido, tenía tiempo para conocerse al fin, y tiempo para enfrascarse en su mente, para sentir su corazón, para dejar de pensar en otros y no usar más la razón.

No sintió miedo. No sintió angustia, nunca temió. Nunca pidió ayuda ni perdón. Y siguió solitario, recorriéndose a si mismo. Recorrió miles de vecindarios, pero no buscando habitantes; buscaba saciar su sed de conocimiento, quería descubrir todo lo que la gente le había impedido ver. Pudo ser él mismo y hacer lo que quisiera. Pudo caminar desnudo por las veredas. Pudo caminar con esmoquin por la arena. Nadie lo veía ni lo molestaba. Se sintió tan libre; la sociedad no lo fastidiaba.

Podía ser quien quisiera. Podía ser él.

Y el pequeño gran hombre, solo en su inmenso mundo, nunca se sintió solo ni abandonado. Nunca se sintió triste ni taciturno, y dejó de pensar en el amor, en la sociedad, en las reglas.

Y nunca quiso descansar.

Pero un día sin darse cuenta se encontró encontrando...y no lo quiso aceptar. No se sintió más solitario y se empezó a asustar.

Y siguió encontrando más cosas dentro de lo encontrado y, extasiado, siguió viajando. No paro de buscar y descubrió un nuevo mundo y poco a poco olvido ser él mismo; olvido como ser solitario.

Se volvió tan dependiente, necesitaba este nuevo mundo y nunca quería perderlo.

Ya sin darse cuenta seguía buscando. Tenía una sed insaciable. Siempre encontraba más y nunca parecía cansarse.

El nuevo mundo lo dejaba entrar y navegar por los nuevos mares que ante él se abrían abría de par en par para que degustara sus manjares.

Y se unieron dos mundos. Dos mundos paralelos. Mundos que no estaban destinados a tocarse, mundos totalmente ajenos.

Y sin darse cuenta los mundos se fueron fusionando y ambos formaron una nueva cepa y aunque ahora no quieren que se sepa, los mundos se estaban enamorando.

Los mundos se volvieron uno y compartían sus tristezas y las curaban con sonrisas y besos, y se dedicaban palabras y versos.

Y un día, mirando atrás, el hombre empezó a recordar. Recordó lo solitario que era, los paseos por la vereda, las noches estrelladas.

Recordó la libertad completa que sentía antes de ella, recordó su propio planeta que nadie había invadido; recordó como se había prometido jamás buscar compañera.

Y se rió de si mismo y de las cosas que entonces pensaba.

Se alzó del suelo, miró a su amada y a la oreja le recitó:

"Derrumbaste mi mundo,
lo hiciste colapsar;
me embriagaste de perfume
y me enloqueció tu caminar;
me engatusaste con tus trucos
y me hiciste enamorar
e incluso, a veces, te llegué a odiar.

Pero recapacitando
y poniéndome a pensar
no hay momento en mi vida
mejor que aquel en que nuestros mundos 
se vinieron a encontrar."

miércoles, 20 de marzo de 2013

Mi amanecer

Un pequeño poemita que le escribí a Male hace un tiempillo~

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Aunque hace un tiempo quise
acabar esta vida desperdiciada,
y ya que tu, sin saber nada,
una oportunidad me diste;
no hay mayor amor que el que reviste
a esta ave fénix enamorada.
Me disculpo si no entendiste,
entre tanta metáfora trillada,
hoy sólo quiero decir: no hay nada
mayor a lo que tu me diste.
Me hace bien tu salvapantallas,
tu  reflejo en mi retrovisor; 
eres cada hilo conductor
que lleva al Sol que en mi naciste.
Y es que sin mucho hacer pudiste
darme esta dicha desparramada.
Ahora cada aurora anaranjada
me salva del delirio  de verte irte,
De la angustia de extinguirte,
del frío que deja la ausencia de tu mirada.

La Serpiente de Cicicus

“Para ser felices y buenos no hace falta mucho, de hecho no hace falta más que querer ser feliz. La maldad sabe eso y es por eso que siembra deseos innecesarios, envidias y rencores en nuestra mente, para distraernos de la verdad, para hacernos creer que necesitamos tener el mundo en el bolsillo para ser felices, cuando, en realidad, ni siquiera el bolsillo nos hace falta.”

Esto es lo que  John Stren decía diariamente a sus estudiantes. Jóvenes de todas las edades asistían a las clases que él ofrecía gratis, pues pensaba que el conocimiento no es algo que se puede (ni se debe) vender.

John vivía en una pequeña ciudad llamada Cicicus al borde del Mar de Marmara. La ciudad era habitada por personas amables y cariñosas. Todos se conocían pues no había más de 300 habitantes agrupados en tan sólo 20 familias; es decir, la mayoría tenía algún tipo de lazo que los unía, y esto se veía claramente en la forma en que se trataban unos a otros. Al caminar por las calles durante la mañana se escuchaba, entre los cantares de los pájaros, los bueno días que se daban los vecinos desde sus portales.

Al medio día la ciudad se llenaba de deliciosos aromas provenientes de las pequeñas casas en las que las mujeres, siempre hacendosas, preparaban el almuerzo; y por la tarde se escuchaba el murmullo que venía de la pequeña plaza, donde iba casi todo el pueblo diariamente para pasear por el parque y comprar una que otra cosa en los comercios.

La familia Stren, a la que pertenecía John, era una de las más antiguas. Su tátara-tatarabuelo había llegado desde Estambul, junto con otras 8 familias, a esta tierra, huyendo de los problemas y conflictos que traen las grandes ciudades. Decidieron establecerse en un lugar donde pudieran ser felices, donde el humo de la ciudad no nublara su visión y pudieran vivir en armonía sin necesidad de mucho. Fue él, el tatara-tatarabuelo de John, Franz Stren, quien dijo las sabias palabras que John repetía diariamente a sus alumnos, y que estaban grabadas en un letrero en la plaza para que todos los habitantes las recordaran por siempre.

John era un joven valiente, honesto y trabajador. Por estas razones era especialmente apreciado en la comunidad y ya muchas veces había resuelto los problemas del pueblo, pero esos problemas nunca fueron tan grandes como los que estaban por llegar.

Un viernes en que John estaba paseando con sus estudiantes por la playa, se asomó por el horizonte un barco. Cicicus, a pesar de estar en la costa, no era reconocida por ser una ciudad portuaria; por lo tanto, muy pocas veces llegaban barcos. John se extraño al ver que el barco venia en dirección al pueblo, pero a la vez se alegró. Quizás venían nuevas familias, personas de otra cultura diferente a la que había en Cicicus, tal vez eran personas que aportarían cosas buenas a la comunidad. Así que corrió al pueblo y, junto a sus alumnos y al resto de los habitantes, fueron a la costa a recibir a quien fuera que venía en ese barco.

El buque cada vez se veía más grande hasta que se detuvo y un bote fue bajado desde la cubierta y se vieron 3 personas subiéndose a él. La emoción del pueblo era inmensurable, agitaban las manos en el aire para que los vieran y sonreían, eran sonrisas puras y verdaderas, sonrisas llenas de amor y candidez.

El bote finalmente llego a la orilla y de él se bajo una joven alta y muy bella, de facciones finas y delicadas, estaba vestida muy elegantemente. No era una familia, era una empresaria llamada Elisabeth Scrooge. El pueblo lo recibió y organizaron una gran fiesta en su nombre, pero durante toda la celebración Elisabeth se quedo parada, observando a todos sin hacer ningún gesto ni decir una sola palabra.

El lunes siguiente John fue a dar clases, como todos los días. Pero hoy los estudiantes estaban diferentes. Normalmente había un gran bullicio hasta que el maestro llegaba, pero hoy eran pocos los jóvenes que estaban esperándolo, y cada uno estaba sentado en su lugar, sin hablar ni mirar a quien estuviera a su lado. John no se extraño por las ausencias, después de la fiesta, que duro casi todo el fin de semana era obvio que los jóvenes no se despertarían temprano, pero la forma en que se trataban los alumnos sí le preocupo.

Después de clases, mientras John caminaba hacia su casa, se sintió raro. Las personas parecían fantasmas, no hablaban, no saludaban. Todos parecían muy pensativos, como si no estuvieran allí. John se preocupo aún más. Cuando llego a su casa se encontró a Elisabeth hablando con su madre. John la saludo con una cándida sonrisa. Elisabeth le devolvió la sonrisa, pero ésta estaba llena de picardía y malicia. John no le prestó atención y saludo a su mamá.

Tan pronto como se había ido Scrooge, la señora Stren empezó a actuar raro, le dijo a su hijo que dejara de educar gratis, que así no ganaba nada y que la señora Elisabeth le estaba ofreciendo un trabajo, que fuera a trabajar con ella y así podrían tener una mejor vida.

-Pero tenemos una buena vida -dijo John,

-Podría ser mejor -le respondió su madre.

John se extrañó por el tono en que su madre hablaba

-Somos felices con lo que tenemos, no necesitamos más, nunca hemos necesitado más -dijo, un tanto enfadado pues su madre nunca había estado en contra de su profesión.

-Scrooge tiene razón, eres un idealista, mejor vete a buscar una casa y una esposa, que te hacen falta. -gruñó la señora, mientras lo empujaba fuera de la casa.

Estando afuera, John vio a Elisabeth pasando de una casa a otra. Notó que la expresión que dejaba en la cara de las personas era la misma que había visto mientras caminaba a su casa. Entonces se dio cuenta de lo que pasaba: Elisabeth no vino a mejorar el pueblo, vino a destruirlo, estaba envenenando a todos con sus mentiras, los convertía en personas codiciosas. Era como una gran serpiente que poco a poco estaba acabando con el pueblo.

John tenía que hacer algo, no podía dejar que el pueblo se convirtiera en otra metrópolis.

Las personas empezaron a subir los precios de los negocios, ya no se ofrecían ayuda a menos que recibieran algo a cambio, ya nadie se saludaba, el amor que flotaba en el aire se había convertido en odio, rencor, envidia. El comercio, el dinero era lo único que les importaba ahora. La maldad había triunfado, el pueblo había sido víctima de una malévola víbora que inundo el pueblo en su ponzoña. John no podía hacer que el pueblo reaccionara y volviera a su antigua vida, trato de hacerles recordar las palabras que estaban escritas en la plaza, pero nadie le hizo caso. Entonces se dio cuenta de que la única forma de acabar con el mal era atacar directamente la raíz de éste. Debía atacar a la serpiente, debía atacar a Elisabeth Scrooge.

Pero John tenía fe en que toda persona es esencialmente buena y por eso se propuso una misión: encontrar el lado bueno de Elisabeth.

Todos los días iba John a hablar con Elisabeth, ella siempre lo recibía y lo escuchaba pero nunca cambiaba de parecer, en cambio, siempre trataba de envenenarlo a él también, pero John nunca se dejó. Ambos tenían líneas de pensamiento muy distintas, y ninguno de los dos iba a cambiar. John tenía que cambiar su estrategia, dejó de ir diariamente donde Scrooge. Elisabeth se extrañó, todos los días lo esperaba.

Un día John volvió a aparecerse a su puerta, pero esta vez no se iba a quedar, esta vez se la iba a llevar. La llevó al lugar donde daba clases, un tanto alejado de la ciudad, bajo un inmenso árbol que, según él, lo había sembrado su tátara-tatarabuelo. Le mostró un lugar donde se reunían los pájaros a cantar todo el día, la llevo al río en el que sus alumnos se bañaban después de clases. Fue tan amable con ella como lo eran antes todos los del pueblo.

Por primera vez, John la vio sonreír. Era una sonrisa pura, sin malicia ni picardía. Una sonrisa como las que ahora escaseaban en su pueblo. Elisabeth estaba maravillada con todas las cosas hermosas que no veía por estar concentrada en los negocios y por primera vez, era feliz.

Al final del día la llevo a una pequeña casa, muy vieja y maltratada.

-Esta era la casa de mi tátara-tatarabuelo- le dijo John.

Elisabeth se sintió abrumada, nunca había visto una casa tan pobre.

-¿A que se dedicaba tu abuelo?- preguntó,

-A amar- respondió John con una leve sonrisa.

-Ja! Con razón…en este pueblo todos eran unos idealistas, las ideas en este mundo no sirven, solo sirven los hechos, lo que haces para salir adelante, el dinero…
-¿Así eres feliz? ¿Teniendo mucho dinero? ¿Teniendo decenas de personas a tu servicio pero ninguna que desee estar contigo?- preguntó John.

-¿Como pueden ser felices con tan poca cosa?- pregunto Elisabeth, evadiendo la pregunta de John.

-No tenemos poca cosa, tenemos lo que necesitamos.

-¿Y qué es eso?- dijo Elisabeth, incrédula.

-Amor. Eso es todo lo que necesitamos. Nos amamos los unos a los otros, no necesitamos nada mas… ¿sabes lo que es el amor?- pregunto John. Elisabeth se ruborizó y voltio la mirada, John le giro la cabeza hacia él, y vio como sus ojos se llenaban de lágrimas.

-¿Alguna vez te han amado, Elisabeth? -preguntó John con una voz suave.

-No… -respondió Elisabeth con voz quebrada.

-¿Nadie? -dijo John, incrédulo pero con una sonrisa llena de cariño, mientras la miraba a los ojos.

-Nadie…nunca -respondió ella, sollozando, mientras bajaba la mirada.

John le alzó la mirada.

-Nadie, nunca…hasta hoy -respondió John, mientras le secaba una lágrima que corría por la mejilla hacia una recién formada sonrisa en la cara de Elisabet.

"Nunca andes con un psicólogo" un mito más...


Durante las primeras semanas de este cuatrimestre, el staff Eros, del que formo parte, visitamos a nuestros nuevos compañeros de primer año, nos dividimos en grupos, cada miembro del staff con un grupo, y les hablamos de quienes somos, qué queremos hacer, los conocimos y parqueamos ahí un rato…

En uno de los grupos, una chica me preguntó:
“Si, por ejemplo, él –señaló a un chico que estaba junto a ella- tiene novia ahorita…seguirá teniéndola en cuarto año?”

La pregunta, aunque debo admitir que me gustó porque sentí que mi objetivo de abrir un espacio en el que pudiéramos hablar de absolutamente cualquier cosa fue logrado, me sorprendió. Lo primero que pensé fue “lol qué, eso qué tiene que ver” Pero luego me di cuenta de que mi reacción, como cualquier reacción de quien sea, estaba determinada por mi experiencia, por lo que yo sé sobre relaciones de pareja entre/con psicólogos, y no tomé en cuenta la idea que tenía mi interlocutora tenía sobre los psicólogos, que, al igual que la mía en primer año, estaba nublada por la opinión popular que, lastimosamente, casi siempre es errada.

“Los psicólogos viven analizando a todo el mundo” 
“Los psicólogos se creen mejor que todo el mundo y que saben todo” 
“Los psicólogos son unos creídos, con ellos no se puede hablar sin que te PSICOANALICEN”

Todas estas son ideas que uno difícilmente no ha escuchado antes de entrar a la carrera, y como todo estímulo que se nos repite mucho, terminamos incorporándolo, en pequeña o gran medida, a nuestro pensamiento.

En primer momento no pensé en todo esto, mi egocentrismo (bien niño de 5 años, Piaget habría sentido pena ajena conmigo) como futuro psicólogo reforzado por ya tres años de carrera y constante contacto con psicólogos profesionales, me había cegado ante estos mitos que aún existen entre el panameño.

“¡Nunca andes con un Psicólogo! ¡Qué pereza! ¡Viven psicoanalizándote! ¿Te imaginas las peleas? Nombre, insoportables…No has ni empezado a hablar y ya saben todo lo que les vas a decir...”

Pues les diré lo mismo que le dije a mi compañera aquel día, y recalco antes de que se formule sobre mí una idea errónea: no me considero ni creo autoridad ni ejemplo sobre relaciones amorosas. Hablo únicamente desde mi experiencia, desde lo que para mí ha funcionado y cómo veo este tema yo.

Ahora sí, les digo: una relación con o entre psicólogos es igual de complicada que una relación entre cualquier otro ser humano.

Nunca he entendido esta mitificación que se les da a los Psicólogos, no somos dioses, ni semidioses, ni miembros de una sociedad élite de individuos sobrenaturales a quienes las leyes comunes de interacción social no afectan. Somos humanos. Humanos que decidieron estudiar y dedicarse a la psicología, el estudio de la mente humana, si, pero eso  no nos hace mejor o peor que nadie, en ningún aspecto, mucho menos en las relaciones.

Caramba, si fuera verdad que usamos la psicología en todo momento y en toda relación, nuestros conocimientos en desarrollo humano harían que nuestros hijos fueran perfectos…y créanme, conozco a hijos de psicólogos que son menos funcionales que cualquiera.

Okok, me descarrío un poco… Lo que quiero decir es que las relaciones son complicadas. Tanto para un psicólogo como para un vendedor de raspaos. Ser psicólogo no me hace estar ‘psicoanalizando’ a mi pareja todo el tiempo. No es como que si le regalo una paleta a mi pareja y me la niega porque “no le gusta la paleta de guineo” ya yo me voy a meter en guillas de que nunca obtendré sexo oral de ella, y a formular técnicas de condicionamientos para que le gusten las paletas (pongo el ejemplo así bien pintoresco, pero son cosas que la gente en verdad piensa que uno hace!)

Somos psicólogos, no el Profesor X, ni sabemos legeremancia.

Que el man este tenga novia en primer año y en cuarto no, no va a depender de lo que estoy estudiando. Puede que el pelao siga con su novia en cuarto, puede que no…puede que la man lo queme, o él a ella, o simplemente se den cuenta de que no se quieren, o se ‘apague la llama’, o a él le gusten las llamas, qué se yo.

Bien dijo Freud que una persona sana es aquella capaz de trabajar y amar. Lo que creo que a muchos no nos quedó claro, o pasamos por alto, fue que estas no son variables mutuamente excluyentes. Tengo que amar mi trabajo para hacerlo bien, y tengo que trabajar en mi relación amorosa para que esté bien.  Y TODOS tenemos que hacerlo. TODOS. Psicólogos, enfermeros, pediatras, taxistas, contadores, etc, etc, etc…

Si, tener una relación con un psicólogo/a es difícil, porque son seres humanos y tener una relación con otro ser humano es difícil! Tienes que abandonar a tu narcisismo y construir un nuevo tipo de narcisismo compartido con esa persona amada, tienes que bajar la guardia y dejarte ser vulnerable, dejarte inundar por una ola de sentimientos que no conoces y que quizá jamás puedas articular en palabras, acostumbrarte a nuevos patrones de conducta, nuevas actividades, en fin…adaptarte a esa persona, y que ella se adapte a ti, porque se aman. Pero, de nuevo, eso lo tenemos que hacer todos.

Y vaya que es hermoso trabajar por mantener una relación de pareja…porque, chuso, si de verdad se aman, sí que vale la pena. Se los digo yo que ya llevo dos años y contando con mi novia que también estudia psicología, y a veces el ser psicólogos ha hecho la cosa más fácil, otras lo ha hecho más difícil, así como actúa cualquier característica de personalidad de cualquiera en cualquier relación.

Los psicólogos no somos complicados. El ser humano es complicado. Eso es lo hermoso de él.

El conocimiento en psicología se incorpora a nuestra personalidad y es notable en nuestra conducta, si, así como es notable la arquitectura en un arquitecto. Pero como seres humanos, sin términos ni guillas psicológicas, es cierto que todos idealizamos nuestras relaciones y a nuestras parejas, y hay que dejar de hacerlo.

Todos tenemos imperfecciones, pero amar a alguien es ver la belleza que hay más allá de las imperfecciones y trabajar en limar esas asperezas. Más o menos como una terapia bien humanista jaja …“no guilla psicológica” dale aw..

"De todo hay en la viña de Freud", de psicología y ateísmo.


A un compañero de clase le preguntó un niño durante su práctica en una escuela: “Eres psicólogo?” mi compañero respondió que si, a lo que el niño replicó: “Ah, entonces eres ateo?”.

Este pequeño episodio producto de la inocente pero ya moldeada mente de un infante me hizo pensar: caramba, ¿por qué piensan que los psicólogos somos ateos?

Antes que nada, quiero dejar en claro que no soy ateo. Creo fielmente en Dios. Sin embargo, soy un hombre de ciencia, y como tal, intento mantener mi mente abierta antes los diferentes puntos de vista (bien sustentados) que se tienen sobre la existencia o inexistencia de una entidad suprema creadora de todo lo conocido. Dentro de este marco deseo se entienda este post como no más que una examinación a una opinión más o menos popular que he notado se tiene respecto a los psicólogos: que somos ateos.

La psicología es una ciencia. Sigue el método científico, se basa en teorías y en el empirismo para sustentarlas. No somos, como señaló uno de nuestros profesores, una “psicología de ocus-pocus”. No somos magos, ni hacemos milagros, ni somos sacerdotes que reciben confesiones. Somos mujeres y hombres de ciencia, y como tales, no podemos cerrar la mente ante el hecho de que no existen pruebas concluyentes que certifiquen la existencia de Dios.

Ahora, ¿esta falta de pruebas convierte a ese Dios en no más que el producto de una necesidad del hombre por tener algo en qué creer? ¿Son Dios y la religión no más que productos de la neurosis colectiva humana?

Aquilino Polaino-Lorente, en su escrito “Freud y la Religión” (que pueden leer acá) resume la opinión freudiana sobre la religión en el siguiente silogismo:

  • La religión conduce y acrecienta el narcisismo humano (al posibilitar la vivencia de una omnipotencia simbólica sostenida por la imaginación).
  • Todo narcisismo es una neurosis (en cuanto que aparta al hombre del principio de la realidad).
  • Luego la religión neurotiza.


Muchos psicólogos ateos concuerdan con esta concepción de la religión. Pero son muchos, no todos, y quizá tampoco la mayoría.

Entramos entonces en el tema en cuestión: ¿es necesariamente el/la psicólogo/a ateo/a?

La inmediata y obvia respuesta es: No. Somos psicólogos en formación, sabemos que existen las diferencias individuales, la crianza, el hecho de que vivimos en una cultura tremendamente influenciada por la religión católica y muchos otros factores que hacen imposible que todos pensemos o creamos en lo mismo, de la misma manera.

Y es aquí donde está el punto clave: en la frase “de la misma manera”. Si bien yo creo en Dios, probablemente no creo en él como otros católicos creen en él, o de la forma en que evangélicos, musulmanes, o de cualquier otra religión creen. Nadie cree, piensa ni se comporta de la misma manera que nadie. Cada hombre es un mundo, y si bien es posible detectar similitudes en los patrones de personalidad humana, nunca dos personas pensarán igual.

"Si dos individuos están siempre de acuerdo en todo, puedo asegurar que uno de los dos piensa por ambos." -Sigmund Freud 

Creo que la manera en que se creen en Dios es lo importante en este tema. Quien crea ciega y fanáticamente en Dios, probablemente no salga de esa caja -y le digo caja no por criticar la creencia en lo divino, sino porque creer fanáticamente en cualquier cosa sin aceptar (aunque no se comparta) ningún punto de vista que no sea el propio, para mi, es de mentes débiles (como la de un narcisista)- probablemente esta persona tendrá problemas en aceptar el conocimiento científico que apunta en dirección contraria a sus creencias, pero quien, por lo contrario, tiene una visión más flexible de lo divino, de Dios y de su relación con la existencia de este universo, no verá la relación entre lo científico y la religión como una calle que se divide en dos, y que sólo se puede escoger uno de los dos caminos y olvidar por completo el otro, sino como otro punto de vista de la realidad, producto de la maravillosa mente humana y que puede o no tener que ver con lo divino, pero no por ello es más o menos que la creencia religiosa.

Para mi la religión y la ciencia no son variables mutuamente excluyentes, y creo que es esto lo que me permite seguir orando todas las noches sin dejar de creer en la ciencia.

Como en todo, los extremos son malos. Cerrarse ante la posibilidad de estar equivocado es el peor error que un hombre de ciencia puede hacer. Que cualquier hombre puede hacer, en realidad. ¿Han notado lo difícil que es entablar conversación sobre cualquier tema con un fanático religioso, no siendo uno fan del dogma religioso? Es ridículamente difícil no salir molesto y quedar diciendo “¡CON ESTE MENTE CERRADA NO SE PUEDE HABLAR!”

Pero al decir eso, ¿no estamos cerrándonos nosotros también?

No digo que tengamos que creer en todo, digo que podemos creer en lo que queramos creer y mantenernos fieles a nuestra creencia sin tener que encerrarnos en una burbuja dentro de la cual no vemos, escuchamos ni aceptamos ningún otro punto de vista que difiera ligeramente del nuestro.

No hay perspectivas buenas ni malas. Sólo hay perspectivas. Lo que te sirva a ti, pues te sirve y bien por ti, pero no será lo que le sirve a todos. No caigamos en la trampa de creer tener la verdad absoluta sobre las cosas, tal cosa no existe. La verdad es subjetiva. Cada quien se fabrica su propia verdad y, siempre y cuando no seas un psicótico, pues tu verdad es lo que te hace funcional A TI. Pero no podemos decir que mi verdad o la tuya es la que funciona, porque todas funcionan para cada quien (de nuevo, siempre y cuando no sean producto de una psicosis).

Creo que lo que intento decir es: hay psicólogos ateos tanto como hay no ateos así como también hay personas homosexuales como no homosexuales, negras y blancas, bajas y altas, que les gusta pokemon o no, etc., etc… ¿Eso significa que somos diferentes?

¡CLARO QUE SI! ¡TODOS SOMOS DIFERENTES!

Todos pensamos diferente, todos creemos diferente, todos tenemos una mente que es un mundo totalmente diferente al de cualquier otro ser humano que haya existido en la historia. Y eso, precisamente, es lo hermoso del ser humano y de nuestra carrera, ¿o no?

…y no, no todos los psicólogos son ateos, ¡carajo!

¿Por qué Helga ama a Arnold?

Este fue mi primer post en el blog de la asociación de estudiantes de psicología de la USMA (enespiralonline.blogspot.com). Ya lo había preparado meses antes para una presentación que se hizo en la que se analizaron diferentes caricaturas y cuentos. Hice lo que pude analizando con lo poco que sabía, espero les guste:

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¡Oye Arnold! (Hey Arnold!) es una serie animada estadounidense, producida por la cadena Nickelodeon, que muestra la vida de un niño de 9 años en Hillwood City, una ciudad ficticia ubicada en el estado de Washington, pero que mezcla elementos de Brooklyn, New York, Seattle y hasta Londres.

Y vaya que Arnold es un personaje interesante: la pérdida de sus padres, el significado que le otorgaron ellos y sus abuelos a su nacimiento (supuestamente milagroso, durante la erupción de un volcán), la manera en que parece ser el Superyo de todos sus compañeros de salón (y de los adultos también) -algo así como un Pepe Grillo sin Pinocho, ayudando a quien se le ponga en frente-, su relación con sus abuelos: un veterano de guerra con ocasionales síntomas de estrés post-traumático y una señora que en cada capítulo se cree alguien diferente… en fin, en Arnold hay material para analizar de sobra. Sin embargo, hoy me enfocaré en el segundo personaje principal: Helga G. Pataki.

Helga, niña de 9 años con una sola ceja, está perdidamente enamorada de Arnold, pero lo oculta siendo grosera, antipática y ofendiéndolo constantemente. Tiene unos padres en extremos despreocupados y una hermana mayor llamada Olga. Helga nunca se llevó muy bien con su hermana por la envidia que le genera el hecho de que sus padres siempre la valoraran más. Es inteligente –tanto o más que su hermana-, gran poeta y poseedora de grandes dotes artísticos, aunque se los guarda para ella.

Helga no es tan inocente o positiva como Arnold, pero ama que él sí lo sea.


Ok, ya describimos (grosso modo) a nuestro personaje, vayamos al análisis:

Empecemos este viaje por Helga, teniendo en cuenta la siguiente premisa: “No hay persona capaz de dañarle más la vida a alguien que sus padres”. Seamos objetivos aquí: casi todos amamos a nuestros padres, nos trajeron al mundo, pero, hey…son quienes nos crean y nos crían; nuestro primer contacto social es con ellos y de la manera en que nos traten depende la manera en que trataremos no sólo a los demás y a nuestro entorno, sino también a nosotros mismos. Es por esto que me parece obvia la relevancia que tiene el analizar a los padres de Helga y su dinámica familiar para llegar a una conclusión sobre su comportamiento.

Empecemos con su padre: Bob Pataki. De su infancia no se conoce mucho, en la serie sólo se muestra cómo es en la actualidad, no los hechos que lo llevaron a ser como es. Sin embargo, se sabe que proviene de una familia pobre y que trabajó duro para formar su propia empresa, de la cual se enorgullece mucho. Esto es un factor a tomar en cuenta sobre el señor Bob: es un hombre que valora mucho el trabajo duro y el sacrificio. Trata a todos aquellos que lo rodean como inferiores pues considera que el respeto, al igual que todo en la vida, se gana a punta de trabajo.

A raíz de que desde pequeño aprendió que la única forma de triunfar y ser exitoso era mediante el trabajo, se forja una personalidad que no admite la debilidad dentro de su estructura. Al menos, lo que según una sociedad patriarcal machista significa “debilidad”: dejar ver a los demás que se tienen sentimientos, que a veces se sufre, que se llora…

“Los Pataki no hablamos las cosas, las ocultamos bajo el tapete” – Bob Pataki, capítulo: Helga va al psiquiatra


De esta estructura machista de Bob nace su negligencia a la hora de reflejar sentimientos hacia su familia. Expresa sus emociones y orgullo en base a la adquisición de trofeos, premios y dinero.

Bob intenta inculcar esta actitud en sus hijas, lográndolo con la primera, Olga, quien es la típica hija overachiever (común de los primogénitos), orientada a sobresalir siempre en todo lo que hace; sin embargo, Bob fracasa al intentarlo con su segunda hija, Helga.

En cuanto a la madre, Miriam proviene de una familia de clase media alta o alta, mimada por sus padres desde siempre, a pesar de contar con habilidades artísticas, no puede desempeñarse adecuadamente en este campo, o en ningún otro, debido a que la sobreprotección de sus padres la han convertido en una mujer conformista, temerosa de salir de su zona de confort en busca de su autorrealización.

Miriam se casa con Bob Pataki, un joven empresario en potencia con un futuro prometedor y actitud dominante, alguien en quien ve lo mismo que veía en sus padres: un sustento seguro. La excusa perfecta para no tener que hacer nada y vivir cómodamente.

Sin embargo, Miriam no es completamente feliz por haber abandonado sus sueños y haberse entregado a la comodidad que le brinda su esposo, quien asume toda la responsabilidad por creerla incapaz de ser eficiente en sus tareas. Debido a este trato, Miriam desarrolla sentimientos de inferioridad y cae en una depresión que es clara durante toda la serie y que sólo parece atenuarse cuando su hija mayor, Olga, aparece. Es fácil ver por qué Miriam sólo se “sale” de su depresión ante la presencia de su hija: ve en ella el reflejo de todo aquello que ella no logró ser a falta de padres que la alentaran a superarse y trabajar por cumplir sus sueños. De aquí concluimos que:


  • Miriam cumple sus sueños por medio de su hija
  • Siente gran agradecimiento hacia Bob, por moldear a Olga de la manera en que ella quisiera haber sido moldeada, y por darle un lugar seguro para vivir. De alguna manera, Miriam consigue lo mejor de sus dos mundos psíquicos: mantenerse bajo el manto de sus padres (Bob), y realizar sus sueños (por medio Olga)


En cuanto a su relación con Helga, Miriam está tan sumida en su depresión que no le presta atención a su hija menor, quien no tiene más remedio que el de independizarse de ambos padres y buscar lo que ellos deberían ofrecerle, en otros.

Los sentimientos de amor y cariño de Helga hacia su familia no son recíprocos y esto es algo de lo que Helga se hace consciente desde muy pequeña: en un capítulo (“Helga va al psiquiatra”), se muestra una escena en que Helga, a los 5 años, le dice a su padre “papá, yo también soy tu hija” luego de que este la ignorara por ver a su hija mayor tocar el piano.

Es a causa de este desinterés por parte de sus padres que el amor que siente hacia ellos se convierte en algo desagradable y debe desplazarlo; es decir, transfiere la energía psíquica invertida en un objeto que produce angustia, hcia un objeto menos angustiante. En este caso, el amor que Helga deposita en su familia le genera displacer, por lo que pronto debe recurrir a un objeto menos angustiante: Arnold.

Cómo se convierte Arnold en un objeto menos angustiante? En el episodio ya mencionado, Helga nos revela que justo después de que su padre la rechazara por ver a su hermana mayor, ella se retira sola de la casa hacia el kínder. En el camino llueve, la acata un perro y un carro, al pasar sobre un charlo, la baña en lodo. Pero de pronto aparece Arnold, cubriéndola con un paraguas y diciéndole “me gusta mucho tu lazo rosado, porque combina con tu ropa”.

En ese momento Helga ve en Arnold una salida a su miseria: encuentra a alguien amable, cariñoso y que se preocupa por ella; cualidades que no ha encontrado nunca en sus padres.

Helga pronto vuelva toda la carga emotiva que guarda hacia Arnold. Poco después, un chico en el kínder le quita unas galletas a Helga, ella empieza a llorar –cabe destacar que en este momento Helga no es un bully como lo es de grande- pero pronto Arnold se acerca y le da una de sus galletas. Helga reacciona sonrojándose muy evidentemente y sus compañeros empiezan a burlarse de ella. Aquí Helga entra en caos. El mismo objeto que le había generado tantos buenos sentimientos, ahora era la causa de su humillación.

Arnold se convierte entonces en un objeto extraño: es un conjunto de identificaciones proyectivas patológicas de energías positivas y negativas, que crea en Helga confusión. Helga reacciona como reaccionaríamos todos ante un objeto extraño: con hostilidad. Y así empieza el patrón de comportamiento tan ambivalente de Helga hacia Arnold: lo ama, pero demuestra públicamente que lo odia a fin de evitar una nueva humillación.

Helga se identifica con la proyección que ha impuesto en lo que para ella significa Arnold. Es fuente tanto de su angustia como de sus mejores sentimientos. Es evidente la relación patológica que tiene Helga con este objeto, pero como ella misma dijo en terapia:

“Nadie sabe que existo, creo que me volvería loca si no fuera por Arnold.”