"Traje emparedados de tuna, sé cuanto te gustan. Si, sé que se hace un poco tarde, sólo tenemos una hora, lo sé. Tranquila. El tiempo no importa cuando estamos juntos."
Eran las 12 y cuarto, y ella, como siempre, me apuraba. Nunca le he hecho caso, aunque siempre tenga la razón. Me encanta verla enojarse, sus mejillas ganan un tono rojizo, y me es casi imposible resistir las ganas de besarla, desnudarla, ver en qué partes se sonroja con el roce de mis dedos, recitarle un "Te amo" al oído y sentir nuestros cuerpos chocar a la velocidad de la luz y despacio a la vez.
Pero ella no me dejaría. No. Siempre prefirió tentar hasta el extremo de volverse insoportable, para luego ofrecer una excusa y volverse a dormir.
"Si, mi amor, de dieta. Sé que no puedes tomar del regular. No, tranquila, aún tenemos tiempo."
Ya daban un cuarto para la una, hormigas empezaban a hacer fila entre el verde pasto a nuestro alrededor. Excelente trabajo hacían para mantenerlo tan limpio, verde y a nivel. No estaba tan alto como para que sus hojas molestaran al caminar, ni tan bajo como para que estuvieran puntiagudas y picaran al sentarse. El lugar era perfecto para un picnic, habían muchas flores para mi gusto, pero ella las amaba. A nadie se le ocurría venir a hacer un picnic acá. Sólo ella podría haber elegido un lugar tan perfecto como este.
"Está bien, mi amor. No tienes que comerlo si no te apetece. Sólo quería pasar un momento contigo. No, si...lo sé, tranquila, el jefe seguro está en una junta y llega tarde, tengo tiempo."
Siempre me habían dicho que las mujeres eran difíciles, pero nunca pensé que tanto.
Tampoco pensé que alguna fuera capaz de hacerme tan feliz.
Su sonrisa hace que todo valga la pena. Las peleas, los regaños a toda hora, el estar constantemente apurada, el no poder desayunar cereal con leche frente a ella porque le da asco. Todo esto se borra con una sonrisa. Ella sabe el poder que tiene sobre mi.
"No, no he hablado con mi madre. No, no me está metiendo ninguna idea, bebé, tranquila...te amo y siempre lo haré, no tienes de qué preocuparte, no importa cuántas cosas me digan de ti-No...nono, nadie me ha dicho nada, sólo decía, en caso de que alguien dijera algo malo de...- No, no quise decir eso, nadie tendría nada malo que decir de ti, nunca. Eres perfecta mi amor...-Si, si, sé que nadie es perfecto. Pero tu eres perfecta para mi -No mi amor, claro que no sólo para mi, eres perfecta para todos -Si, tienes razón, nadie es perfecto, pero..."
Esto podría seguir por horas.
Nadie nunca me dijo que las mujeres eran tan difíciles. Siempre pensé "todo sería más fácil si tú no existieras...mi relación con mi madre, mi asistencia al trabajo, podría tener más amigos, desayunar en el comedor...todo esto, si tú no existieras." Pero me equivoqué.
"Adiós, preciosa. Ojalá mi oficina quedara junto al cementerio. No, tranquila, estoy a tiempo. Claro que mañana también vendré. Nah, no perderé mi trabajo.
Te amo. Siempre lo hice. Siempre lo haré."
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Esta historia está inspirada en la canción "Si tu no existieras" de Ricardo Arjona, y forma parte del segmento "Cuenta una canción" de este blog.
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