martes, 21 de mayo de 2013

Más allá de los latidos

El crujir de los huesos se ha callado y el anden de los sesos ha dejado de funcionar. Han cesado ya los gritos del vientre, esta vez para siempre, y las piernas, ya nunca más en vertical, no sostienen más que el peso de mis rodillas. 

No hacen falta sillas, camas, ni respaldares ortopédicos. Ya no necesito médicos, ya no hacen falta flores. Ya el silencio reemplazó a ese tambor pectoral, que tocabas agitadamente sin tus manos cada noche en la cama, o con cada llamada a medio día, o con cada 'buenos días' por la mañana. 

El sol que una vez creó en ti mi clorofila ya no le hizo falta a este sapo sin riachuelo para saltar al otro lado sin temor. 

Ya la carne marchita, cual lirio de día, ha venido a sucumbir -¿al fin?- ante el clemente verdugo del tiempo. Se acabó la agonía, los ojos tristes y el llanto mal callado. 

Saliendo tu siempre victoriosa, y yo amando ante ti perder, ya mi armadura después de la tuya vio su último atardecer. 

Ya ha terminado lo banal, y hemos vuelto a estar unidos, más allá de los latidos y la razón, de vuelta a aquel universo paralelo, ajeno, que nunca cambió con nuestra carne, que nunca cedió al tiempo y que eternamente arde en el infinito, donde nadie escuchará nuestros gritos ni carcajadas, donde sólo se encuentran nuestras miradas, donde nada nunca muere.

Fuimos sólo lo que pudimos ser: un tornado de emociones, dos arroces solos en un saco de frijoles. Somos los puntos suspensivos que Sabina alguna vez cantó. Somos la pérdida de sentido que llevó a la razón...y a la mierda los frijoles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario