3 horas y 51 minutos después de un año más que no se cumplió se me da el tiempo y las palabras para plasmar por enésima vez lo que ya hace más de 6 años en mi corazón de cuaja.
Un sentimiento jamás propiamente manifestado ni trabajado lleva ya mucho tiempo carcomiendo, muy de a poco, cada pieza del rompecabezas que nunca llegamos a armar y al que tu alguna vez llamaste loquibish.
Ya no tenemos que celebrar los cumpleaños con bizcochos de 15 centavos por no tener para más, pero daría todos mis pasteles, dulces y regalos por otro abrazo, otro regaño, por un día más para desearte feliz cumpleaños, recibir de ti un gracias y una cerveza; brindar por un año más.
Nunca se llenó tu vacío, y probablemente siempre estará.
Nuestras manos apenas empezaban a tocarse cuando el destino imaginó que sería mejor llevarte con él a un lugar que definitivamente es mejor que aquel en el que me tocó quedarme.
Sigo luchando, día a día, por no volver a ti. Porque sé que no lo habrías querido. Porque aunque fueras mi ejemplo a seguir, seguirte adonde estés no te llenaría de orgullo, ni a mi. Así que me toca seguir, luchando contra el olvido y el recuerdo, atrapado en un limbo de confusión, entre la muerte y desesperanza, la vida y la falta de sol.
Me gusta creer que lees mis letras, y que te humedecen los ojos al igual que a mi mientras las escribo.
Espero sea así.
Feliz ya-no-cumpleaños, papá.
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